@iamnotamuggleteacher: ¿Qué es el medio ambiente?
Podemos definir el medio ambiente como todo aquello que nos rodea y ejerce influencia sobre nuestra vida. Si queremos ser más exactos podemos centrarnos en la definición que se realizó en La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Humano, celebrada en Estocolmo (1972):
“Es el conjunto de componentes físicos, químicos, biológicos y sociales capaces de causar efectos directos o indirectos, en un plazo corto o largo, sobre los seres vivos y las actividades humanas”
Entendiendo por componentes físicos-químicos la energía solar, el agua, el aire y el suelo; por biológicos, los seres vivos; y sociales, todos aquellos generados por el ser humano. Se puede decir que todos estos factores se encuentran interrelacionados, de forma que, si uno es modificado, los demás resultan afectados.
Centrándonos en esta última afirmación resulta de vital importancia que nos paremos a pensar sobre nuestra relación con el medio ambiente y aquí me parece importante hacer una reflexión, ya que es el punto de partida que me hizo a mí tomar conciencia de cómo tratamos los seres humanos nuestro planeta, nuestro hogar. Y es que me parecieron realmente preocupantes los titulares que pudimos ver a lo largo de la cuarentena por la COVID-19 acerca de cómo el confinamiento reducía a la mitad la contaminación en las ciudades más pobladas del mundo: reduciéndose sustancialmente la contaminación atmosférica en Madrid, mejorando la calidad del aire en China, en Italia se llegaron a niveles insólitos de dióxido de nitrógeno…titulares y más titulares, acompañados de vídeos e imágenes en las redes sociales en las que aparecían animales salvajes que se aventuraban en el deshabitado espacio urbano. Y así surgió mi primera reflexión: es triste que tengamos que estar encerrados en casa para que mejore nuestro planeta, para que la Tierra descanse y los animales se acerquen a las ciudades; pero más triste es que a pesar de que las tasas de contaminación descendieron, el calentamiento global no se frenó, estando la Tierra más caliente de lo que debería durante todo el año 2020.
En mi cabeza, resonaba una frase que tanto me había aprendido de memoria para el tema del medio ambiente en las oposiciones acerca del agotamiento de los recursos: “Vilches y Gil (2003) nos recuerdan que en el Foro de Río de Janeiro, el consumo a escala planetaria superaba ya el 33% a las posibilidades de recuperación, otra conclusión a la que se llegó fue el hecho de que si pudiera extender a todos los seres humanos el nivel de consumo de los países desarrollados, sería necesario contar con tres planetas para atender la demanda global.” Y pensaba tres planetas para atender esta demanda en 2003, pues ahora en 2020…¿Cuántos necesitaremos?
Con esta frase en mi mente, junto con los titulares anteriores, llegué a la siguiente afirmación: la adopción de una actitud consciente ante el entorno que nos rodea, del cual formamos parte indisoluble, depende, en gran medida, de la enseñanza y la educación de la niñez y la juventud. Por esta razón, corresponde a la escuela desempeñar un papel fundamental en este proceso.
Ya en 1977, en la “Declaración de Tbilisi” se recomendó que la educación ambiental fuese un proceso de toda la vida, interdisciplinario y holístico, en naturaleza y aplicación. Sin embargo, somos muchos los que creemos que cuarenta y cuatro años después de esta declaración, los avances en educación ambiental y sostenible no han sido los adecuados y nos encontramos ante una situación de gran emergencia ambiental.
Por ello, como maestros no podemos esperar a que los políticos y gobiernos pongan en marcha medidas eficaces que apuesten por la sostenibilidad y ayuden a frenar el calentamiento global. La llave a esta solución, creo firmemente que, la tenemos los maestros, docentes preocupados por el medio ambiente, implicados en la educación, que creen que un mundo mejor es posible y sobre todo que confían en su alumnado para convertirlos en ciudadanos transformadores, transformadores de futuros, fomentando en ellos un pensamiento crítico y desarrollando una toma de conciencia de la realidad que vive nuestro planeta, contribuyendo, así, a frenar el cambio climático.
Para poder llegar a esta gran transformación, desde los centros se pueden poner en marcha diferentes medidas, promoviendo prácticas pedagógicas que fomenten actitudes de cuidado y conservación del medio ambiente, destacando:
- Actividades en el entorno más cercano, que permitan el contacto directo del alumnado con la naturaleza; ya que solo mediante ese acercamiento y ese sentido de pertenencia se desarrollará la conciencia ecológica.
- Fomento de prácticas sostenibles como el uso de botellas de acero para el agua, uso de tuppers para no generar residuos, uso de la bicicleta o el transporte público para ir al centro, etc.
- Prácticas como huertos, arboretos, recogida de plásticos en las playas…experiencias y vivencias que fomentan el respeto y el cuidado del entorno.
- Salidas a vertederos y plantas de reciclaje, practicas sobre el uso de agua que se emplea en una ducha y representación con botellas, talleres de reciclaje…formando al alumnado respecto al impacto ambiental que cada acto individual genera en el medio ambiente.
- Planes y proyectos de educación ambiental que supongan una modificación del currículo que incluya de forma gradual y transversal los contenidos relacionados los objetivos de desarrollo sostenible. Planes que supongan una línea común de centro, basados en la reflexión conjunta tanto del profesorado, como del alumnado y de la comunidad educativa y que supongan una implicación por parte de todos.
De esta forma estaremos sembrando el cambio, nuestros alumnos se habrán convertido en transformadores de futuros y llevarán por bandera esos aprendizajes significativos, lejos muy lejos, del colegio a casa, al instituto, a la universidad…para toda la vida.
Finalmente, quiero destacar que tenemos que tomar conciencia de que la educación ambiental es uno de los pilares básicos para sembrar el cambio, y estos cambios no se producen de forma inmediata, no podemos dar la vuelta al centro educativo de la noche a la mañana, se necesita tiempo y paciencia, puesto que, de estas pequeñas acciones, los resultados se obtienen a largo plazo. ¿Y tú te unes a sembrar el cambio?