El camino para llegar a ser un buen docente no se acaba nunca. Desde que empezamos, hasta que decir adiós al mundo laboral, los docentes trabajamos incansablemente para mejorar. Aprendemos a enseñar, aprendemos a escuchar y aprendemos, en definitiva, que mientras haya niños para educar, nunca dejaremos de aprender.
Hoy hemos pensado en competencias o habilidades que todos los docentes deberían tener para ser imparables en el aula. Y tú, ¿las tienes todas?
- Empatía. La empatía es fundamental en todos los ámbitos de la vida, pero todavía lo es más en el mundo de la docencia. De hecho, hay un estudio de las universidades de Finlandia Oriental de Jyväskylä y de Turku que reconoce que los docentes empáticos generan mejores resultados en sus alumnos, más allá de los materiales con los que trabajen o de la capacidad de las aulas.
- Creatividad. Mantener a los alumnos motivados es un objetivo prioritario, ¿verdad? La creatividad en el aula es una de las herramientas más poderosas para contagiar entusiasmo y conseguir buenos resultados.
- Organización. Una buena organización es un factor clave para empezar y finalizar el curso con garantías. Entonces, hay que planificar todas las tareas y ser riguroso. Acabar a tiempo todos los proyectos que teníamos previstos ¡es muy satisfactorio!
- Entusiasmo. Queremos que nuestros alumnos se entusiasmen por aprender, pero para conseguirlo, es necesario que nosotros tengamos entusiasmo por enseñar. ¡La pasión y la emoción son ingredientes imprescindibles!
- Constancia. Si ya eres docente, seguro que sabes bastante de constancia. La has tenido que ejercitar para llegar hasta aquí. Ahora no te puedes parar: la constancia es fundamental para continuar aprendiendo a enseñar, formarte y mejorar.
- Paciencia. Hemos dicho que la empatía es una habilidad básica, pero de la mano camina con la paciencia. No hay ningún alumno igual. Todos tienen capacidades, comportamientos y ritmos de trabajo diferentes. Detrás de cada niño hay una historia para escuchar, una historia para comprender.
- Compromiso. Sin compromiso no hay fundamentos, en esta y en todas las profesiones. Un buen ejercicio para mejorar cada curso es el de redactar un pequeño compromiso como docente. Ser capaz de escuchar, de orientar, de guiar e incluso de aceptar críticas es una buena manera de comprometerse con la profesión y con la capacidad de uno mismo para progresar.
- Curiosidad. Es el motor del aprendizaje. Conservar la nuestra y conseguir despertar la curiosidad de los niños es el mejor recursos que tenemos a nuestro alcance para el aprendizaje. Educar en el asombro (Catherine L’Ecuyer) nos habla sobre cómo educar en un mundo frenético y súper exigente. Nos tenemos que parar, nosotros también, y dejarnos maravillar por las cosas sencillas.
- Método. La curiosidad y la constancia nos llevan al método. Un docente curioso investiga, estudia y experimenta. Conocer diferentes metodologías es la única manera de encontrar la que mejor nos funciona en el aula. La experiencia nos dará, además, la clave para aplicar nuestro método.
- Innovación. Se dice que nuestros niños son nativos digitales, pero no. Los nativos digitales no existen (Susana Lluna Beltrán y Javier Pedreira García “Wicho”) es un libro que parte de que haber nacido a la luz de los ordenadores, los móviles y las tablets no convierte a nuestros niños en expertos. Entonces, los docentes nos anticipamos a los alumnos, hacer búsquedas y las implementamos en clase. Aunque no solo hablamos de nuevas tecnologías. Innovar, en todos los ámbitos, tendría que formar parte de todos los procesos de aprendizaje.