Después de la COVID-19 ya nada será igual. La nueva normalidad a la que nos empuja a toda prisa la economía ha vuelto a descentrar unos objetivos que dábamos por buenos nada más empezar la pandemia. Entonces sentíamos, seguramente, la necesidad de encontrar sentido a una situación que hoy todavía no podemos ver con perspectiva, pues, la COVID-19 sigue entre nosotros, como una amenaza latente.
Los niños tuvieron que dejar la escuela rápido y sin contemplaciones, de un día para otro, sin saber muy bien cuál era el alcance de la situación. A los adultos nos ocurrió algo muy parecido. A lo largo de estos días no hemos dejado de sorprendernos de la capacidad de los pequeños para soportar estos días de confinamiento o entender las consecuencias de una pandemia global. En las nuevas fases del Estado de Alarma se han puesto la mascarilla sin quejarse y hasta nos han dicho. “No hace falta que me lo recuerdes, ya sé que no tengo que tocar nada cuando salimos de casa”.
Cuando toque hacerlo en el contexto de esta nueva normalidad, muchos alumnos volverán a los centros educativos con una mochila cargada de experiencias, emociones y aprendizajes. Y si bien esto ha sido difícil para todos, hay que tener en cuenta que habrá niños y jóvenes que también serán arrastrados por esta corriente de nueva normalidad habiendo afrontado pérdidas muy duras.
La muerte en tiempos de la COVID-19
Para comprender en toda su magnitud la situación que muchas familias han afrontado durante la pandemia hay que ser consciente de cuáles han sido las circunstancias que han rodeado la muerte en tiempos de la COVID-19.
Hayan muerto o no a causa del virus, los familiares de nuestros alumnos habrán afrontado, en los casos de hospitalización, un aislamiento todavía más complicado que el que la mayoría hemos llevado a cabo en nuestros hogares.
Los pacientes con la COVID-19 y otras patologías no han podido contar con la compañía de sus familiares y tampoco, en el caso de aquellos que por desgracia no se han recuperado, han tenido el apoyo y la compañía que todas las personas deben tener en el momento de morir. Así, aunque los sanitarios han hecho todo lo que tenían en sus manos para hacerles sentir que no estaban solos, el apoyo de sus familiares y seres queridos era y es insustituible.
Además, hay que añadir otra dimensión, que ha sido la del déficit de apoyo social y de los rituales de despedida, a causa de la situación de confinamiento y de emergencia sanitaria. Este sufrimiento, de las familias, sumado a las vivencias de agotamiento e incredulidad, hay que sumar la angustia del confinamiento, que ha afectado directamente a la dimensión social.
Las familias no se han podido despedir a través de los rituales habituales. Y tampoco han podido recibir el apoyo físico de sus familiares y amigos. No es extraño, pues, así lo explica el Hospital Sant Joan de Déu de Lleida, que ha elaborado un documento para dar apoyo a las familias, a los niños y a todas las personas que, con su diversidad de circunstancias, están viviendo una situación de duelo.
La vuelta a las aulas y la gestión del duelo
La vuelta a las aulas será, para muchos alumnos, un momento de respiro. Será necesario, no obstante, acompañarlos en esta vuelta y colaborar, tanto con ellos como con sus familias, en la correcta gestión del duelo. Por todo esto, resumimos a continuación algunas de las recomendaciones que el Instituto IPIR (Duelo y Pérdidas) ha elaborado para orientar a profesionales, familias y personas que estén experimentando un duelo en tiempos de la COVID-19.
- Explicar cuál es (y ha sido) la situación. Nuestra tarea como docentes ha sido siempre muy importante y ahora, cuando seamos capaces de volver a las aulas, todavía lo será más. Más allá de las necesidades curriculares, ahora tendremos que hacer un esfuerzo para reconstruir todo lo que hemos perdido y, en el caso de esos alumnos que hayan perdido a un familiar cercano, será necesario acompañarlos con mucho más cuidado. A la hora de explicar lo ocurrido, no debemos maquillar la situación, sino utilizar todas aquellas estrategias que pueden ayudarnos a realizar una explicación objetiva de los hechos, así como conocer las circunstancias familiares de cada uno de los alumnos. Después de la COVID-19, no todos los niños y adolescentes regresarán con la misma mochila. La de muchos pesará todavía un poco más.
- Ofrecer espacios para la expresión emocional. Después de una pérdida, y más en tiempo de la COVID-19, es muy posible que los niños tengan la necesidad de expresar emociones como la rabia, la ira, la tristeza o la impotencia. Puede ser muy positivo para todos canalizar este dolor mediante un dibujo, escribiendo una carta, un cuento o simplemente conversando sobre aquello que el niño o la niña deseen.
- Acompañar, no incapacitar. Los niños son perfectamente capaces de comprender aquello que sucede a su alrededor. Es muy importante integrarnos en la realidad y para hacerlo tendremos que contar con el apoyo y la complicidad de las familias. Deben ser integrados, autorizados, cuidados y acompañados, para que ahora sean capaces de afrontar lo sucedido, pero para que también tengan las herramientas que necesitan para hacerlo en un futuro.
- Dedicar tiempo. Es posible que en muchos casos tengamos la sensación de que hemos perdido mucho tiempo. No pudimos finalizar el segundo trimestre ni iniciar el tercero. No obstante, durante todas estas semanas, los niños han hecho un gran aprendizaje de vida. Así, aunque tengamos prisa para avanzar materia, en esta nueva normalidad habrá niños que necesitarán tiempo. Tiempo para explicar, para expresar y para comprender. El aula puede convertirse en un espacio para recibir un fuerte abrazo, sentirse escuchado, querido y apoyado, a pesar de las adversidades.
- Garantizar el afecto. La COVID-19 ha sido un golpe doloroso para muchas familias que, en muchos casos, pueden estar atravesando una situación difícil. Durante este periodo, hay que garantizar las atenciones necesarias del niño o adolescente hasta la recuperación de los padres o tutores y, si es necesario, buscar o recomendar la ayuda de un profesional.
- Observar. Las maneras de hacer el proceso necesario de duelo no son idénticas. Es posible que algunos niños no hayan reaccionado justo después de la pérdida, pero que, más adelante, manifiesten síntomas o inquietudes diversas. La recuperación de la crisis por la COVID-19 no será fácil para nadie, pero todavía menos para esos niños y jóvenes que hayan sufrido una pérdida. Será necesario, pues, observar y estar alerta durante todo este periodo de reincorporación y adaptación.
Por todo esto, os recomendamos consultar la Guía para personas que sufren una pérdida en tiempos de coronavirus, con pautas muy útiles y claras, elaboradas por profesionales especialistas en duelo y pérdidas.