En el año 2009, María Acaso, profesora e investigadora especializada en el área de Educación Artística (Universidad Complutense de Madrid y Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia) publicó un libro, no exento de polémica, que se definía perfectamente a través de su título: La educación artística no son manualidades: Nuevas prácticas en la enseñanza de las artes y la cultura visual. Los Libros de la Catarata, Madrid, 2014.
Y si bien el libro recibió muchas críticas, con las cuales la autora no está del todo en desacuerdo, este ha servido para asentar muy bien las bases que ha de tener, según el criterio de una profesional como Acaso, la educación artística en las aulas.
Las manualidades son cosas que hacemos con las manos, sí. Pero con las manos lo hacemos casi todo: fregar los platos, poner agua con una jarra, doblar toallas de baño. La magia de todo, sin embargo, reside en cómo hacemos estas cosas y por qué las hacemos. Y según Acaso, los productos artísticos deben trabajarse sobre tres grandes premisas: el proceso, la creatividad y el conocimiento. No podemos construir, pues, la experiencia de la educación visual y plástica sobre un taller de hacer muñecos con tubos de rollos de papel higiénico.
En la nueva educación visual y plástica, niños y docentes tienen un papel protagonista en el proceso creativo. Pero, ¿por qué? ¿Por qué razones hay que dar la relevancia que tiene esta área de conocimiento en las aulas? ¿Cuáles son las bondades de invertir tiempo y recursos a los procesos de creación?
1. Contribuye, como un juego, al desarrollo intelectual de los niños
La expresión plástica es un proceso de simbolización que impulsa el desarrollo intelectual de los niños. La teoría de Piaget, basada en la tesis evolucionista de James Mack Baldwin, a la que hace referencia en este artículo Acaso, explica que el desarrollo de la expresión plástica constituye un proceso de simbolización imprescindible para el desarrollo intelectual de los niños. Piaget defiende que los niños no son adultos menos informados, sino que, bien al contrario, son seres humanos en pleno proceso de desarrollo de su inteligencia. El juego es el proceso de simbolización más importante y la expresión plástica, un juego más.
2. Ofrece un espacio único (e indispensable) de expresión emocional
Investigadores como Read o Richardson consideran que los niños y las niñas practican el arte porque tienen una necesidad innata de expresar sus emociones. Si bien estas teorías estan influenciadas por el psicoanálisis, la expresión artística es imprescindible para la salud mental de los niños. Así, el arte infantil no es una finalidad, sino un medio. A través de la expresión artística, los niños y niñas liberan sus ansiedades, sus miedos y sus problemas…
3. Crea conciencia de tiempo, espera y valor
Las obras de arte requieren tiempo. ¿Alguien conoce un buena película que se haya hecho en unas horas? ¿Quién ha leído alguna vez un buen libro de poemas escrito en menos de una semana? Los buenos procesos creativos requieren tiempo y, por tanto, generan conciencia de espera y nutren de valor cualquier obra. Sí, también la de los niños, que, reiteramos, no son adultos menos informados, sino seres humanos desarrollando su inteligencia, con los cinco sentidos desplegados.
4. Abre horizontes y ensancha puntos de vista
¿Qué hay más allá de una obra de arte? Precisamente es la consideración de los niños como seres capaces, preparados para el descubrimiento de la vida, que es necesario nutrir el aula de nuevos horizontes artísticos y culturales. A través de la educación visual y plástica tenemos la oportunidad de compartir juntos un camino lleno de descubrimientos y referencias. El arte asociativo, el poder de las imágenes y la facultad de crear a través de nuevos modelos es una experiencia única y vital para contribuir al crecimiento de los niños en el aula. Hay que tener en cuenta, además, que la educación artística tiene en su paraguas otras expresiones: la plástica, la musical, la corporal, la verbal… profundamente ancladas en los sentimientos.
5. Nos conduce a una razón intelectual
Todas las obras de arte, entendidas como tales, se construyen sobre una razón intelectual que nos conduce necesariamente a la reflexión. Así, por ejemplo, Germinal (Emile Zóla) es una novela naturalista que pone sobre la mesa la lucha de los trabajadores contra el capital; el Guernica (Picasso) evoca la barbarie de la guerra. Hasta la Fuente (Duchamp), un urinario, revela el profundo deseo de desacralización del artista.
Resumiendo, estas no son las únicas razones por las que pensamos que hace falta trabajar la educación visual y plástica en el aula. Reivindicamos, además, la educación artística, consciente y profunda, que contribuya a la expresión de los niños y reconozca su capacidad y necesidad de expresarse y expresar.
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