Los beneficios de aplicar técnicas de educación emocional en el aula no solo reportan ventajas en el ámbito de la escuela. Aprender a reconocer las emociones propias y las de los otros es el primer paso para gestionar cualquier dificultad. Es el aprendizaje de la vida.
Una manera de interactuar con el mundo
Educar la inteligencia emocional de los alumnos es una tarea que muchos docentes afrontan como un reto. Tradicionalmente, los planes de estudio han priorizado la adquisición de conocimientos y no han prestado atención a otros aprendizajes que también son necesarios para el alumno. Para muchos estudiosos, el hecho de que los proyectos educativos solo se han centrado en el desarrollo cognitivo ha hecho que florezcan ciertas carencias en el ámbito de las emociones. Hay que decir, además, que aunque los niños de hoy tienen un coeficiente intelectual más elevado que el de décadas anteriores, el informe Pisa revela que su nivel académico está muy por debajo de la media marcada por la OCDE. Una reforma consciente del sistema educativo es necesaria porque niños y adolescentes aprendan orientados a los valores y por eso, hay que educar en emociones. Son estas, según los neurocientíficos, las que nos ayuden a razonar, a tomar decisiones y a ser curiosos. Esto es el auténtico motor del aprendizaje.
¿Hay que educar las emociones?
Según Rafael Bisquerra, catedrático de Orientación Psicopedagógica en la Universidad de Barcelona, las habilidades que los estudiantes actuales necesitan para incorporarse en el mercado laboral no solo están basadas en el aprendizaje de la lectura, la escritura o las matemáticas. Estas son competencias puramente académicas que poco tienen que ver con el proceso de aprendizaje de las emociones propias y de los otros.
Esta tesis, compartida por el profesor Bisquerra y por muchos otros expertos en inteligencia emocional, se apoya en un estudio que duró varios años, pero del cual no se extrajeron conclusiones hasta el 2011. El ensayo contó con la participación de más de 270.000 alumnos de todas las etapas académicas y de 213 escuelas, entre las cuales había que utilizaban fórmulas de aprendizaje socioemocional y otros que no lo hacían. Al cabo de los años, los alumnos que formaban parte del primer grupo demostraron mejoras muy significativas por sus habilidades sociales y emocionales. La mayoría de ellos tienen actitudes mucho más positivas, estaban más comprometidos con sus estudios y habían mejorado su rendimiento académico hasta un 11%.
Los beneficios de la educación emocional
Los expertos coinciden en que los programas de educación social y emocional se han aplicado de manera rigurosamente científica, utilizando la metodología adecuada y a través de profesionales preparados. Además, hay que empezar a aplicar estos métodos desde las primeras etapas escolares y hacerlo a largo plazo. Solo así tendremos la oportunidad de obtener resultados satisfactorios. Habrá, además, que las familias y toda la comunidad educativa se hagan partícipes y que estos conocimientos vayan acompañados de los valores morales y éticos más adecuados. Un programa de educación emocional y social nos ayudará a incorporar en los alumnos cinco grandes habilidades. Según los profesores Bisquerra y Juan Carlos Pérez-González, son:
- Las habilidades sociales, imprescindibles para relacionarnos con el resto
- Las habilidades vitales, para afrontar los contratiempos de la vida cotidiana
- La autoconsciencia, para reconocer nuestras emociones
- La regulación emocional, para gestionar las emociones
- La empatía, para saber ponerse en el lugar de los otros
Con todas estas herramientas, los niños aprenderán desde pequeños a adquirir consciencia de los estados emocionales, suyos y de los otros, así como a gestionar situaciones complejas, tomar decisiones y sobreponerse a las emociones negativas que inevitablemente surgen en el curso de la vida.
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