EDUCIONA’T: «La creatividad es contagiosa. Pásala». – Albert Einstein.
Son muchas las personas, por suerte cada vez menos, que aún continúan contemplando la educación al margen del juego. Porque jugar es jugar y aprender es otra cosa.
Al margen de todos los argumentos y estudios científicos, con los que podríamos hacer varios artículos sobre el tema, me gustaría aportaros mi humilde experiencia personal.
Soy maestra y, como buena interina, he pasado por muchas escuelas y modos de trabajar. En resumen, por diferentes maneras de acompañar el aprendizaje. Y hago un inciso aquí, ya que considero la educación como un proceso de acompañamiento y de aprendizaje mutuo y constante.
Sin embargo, sigue habiendo gente que necesita ver que a su casa le llega una ficha llena de letras e ilustraciones predefinidas, donde la única finalidad para el niño/a es escribir la respuesta en una línea y, como mucho, colorear la ilustración.
Partiendo de esa premisa, y para que se entienda lo que quiero decir, me gustaría enseñaros cómo trabajamos la adivinanza la semana pasada. Antes, no obstante, os hago una breve introducción. Aprovechamos que estábamos descubriendo los insectos, ya que nos los encontramos en el huerto y en el patio de la escuela, y los habíamos podido observar detenidamente. Aquí me gustaría hacer una aclaración de un punto básico: el aprendizaje significativo tiene un peso esencial en nuestra manera de entender la educación.
Así pues, a partir del aprendizaje significativo y de la observación directa, trabajamos diversos aspectos del currículo como las matemáticas, con contenidos de medida, cuáles son más grandes/pequeños, largos/cortos, número de patas, formas, colores, etc. La lectoescritura, donde empezamos oralmente encontrando los sonidos de la palabra, manipulativamente encontramos las letras de dichos sonidos, confeccionamos el nombre con ellas y, por último, escribimos la palabra. Buscamos y leemos curiosidades sobre el insecto en cuestión, escribimos frases, y un largo etcétera de contenidos que podría seguir explicando.
Todo ello en función del nivel madurativo de cada niño/a, claro. El caso es que, como todo este aprendizaje ha sido vivencial, las ganas de saber más, de seguir aprendiendo, suceden de manera natural y con una fuerza mágica.
Una vez realizado todo este trabajo previo, llega, como bien os decía, el trabajo de la adivinanza, donde una de las propuestas que se encontraron fue la siguiente:
Adivina, adivinanza:
Si buscas bien, encontrarás en este lío
cuatro insectos escondidos.
Esta propuesta, en contrapartida de la típica ficha a la que estamos acostumbrados a encontrarnos, y evidentemente después de haber hecho un trabajo de lectoescritura previo, para ellos y ellas se convierte en un juego. Un juego donde deben encontrar letras escondidas dentro de una actividad que, además, es sensorialmente rica gracias a las diferentes texturas y olores que nos ofrecen las plantitas en las que están escondidas las letras, ya que se intenta que las propuestas sean lo más globalizadas posible.
Aparte de eso, son los y las protagonistas de sus hallazgos, y eso los llena de alegría mientras se dan cuenta de lo que van consiguiendo por ellos y ellas mismas.
Finalmente, les damos la opción, en este caso, de combinarlo con juego simbólico gracias a los insectos de madera que acompañan la propuesta.
Al contemplar diferentes ritmos de aprendizaje, necesidades e inquietudes, nos podemos encontrar con que algunos/as tienen una necesidad más simbólica aún, la cual debe respetarse, ya que evolutivamente no están en el proceso de la lectoescritura en el que están otros/as que, directamente, por una parte se emocionan por encontrar los nombres de los cuatro insectos escondidos y, por otra parte, piden una hoja para escribir lo que han encontrado o crear frases con ellos y dibujarlos.
En resumen, innovar es adaptarse, respetar y acompañar.
En nuestro caso, la gran mayoría de las propuestas con las que jugamos/aprendemos, están diseñadas y pensadas para que puedan adaptarse a los diferentes niveles. Y cada momento evolutivo hará que lleguen a un punto o a otro.
La experiencia me ha hecho entender que forzar no sirve de nada, y que respetar es indispensable para dejar ser.
En pocas palabras, cada uno florece a su ritmo, y acompañar ese proceso es primordial.
En cuanto a las propuestas, no todas tienen una finalidad marcada, ya que parte de ese florecer del que os hablo es dar paso a la libertad y la creatividad del niño.
Fomentar esa creatividad es otro eje esencial de cómo entendemos la educación. Acompañar desde una vertiente libre, sin juzgar ni estereotipar. Por lo cual, y para seguir con el ejemplo de la propuesta anterior, los niños/as tienen a su disposición varias herramientas con las que pueden complementarla, si quieren. Desde el juego simbólico, tal como había mencionado anteriormente, hasta dibujar lo que han encontrado, con diferentes texturas y materiales: lápices, acuarelas, ceras, pinturas, etc., con diferentes técnicas que hemos ido conociendo, como el collage, estampación, etc. pasando por el modelado con diversos materiales como plastilina, arcilla, etc.
Las posibilidades son infinitas si la mirada es abierta. Dicho de otro modo, si la mirada pretende fomentar la creatividad, la libertad de elegir nuevos caminos y experimentar.
Es decir, se trata de fomentar el pensamiento creativo. De despertarlo, en el caso de los adultos, y de exprimirlo, en el caso de los niños/as. De transmitir el hecho de no conformarnos con lo que se da por hecho que se espera de nosotros, sino de contemplar lo que tenemos delante y ver las diversas opciones que se nos presentan, ya que la creatividad requiere una mirada más profunda que parte de la libertad. Y es por ese motivo que se vuelve tan importante nuestra mirada y nuestro acompañamiento como docentes y familia.
De ahí la importancia de seguir formándonos, de despertar lo que tenemos en nuestro interior dormido. Y, con esas gafas, disfrutar enseñando y aprendiendo. Siempre.