El desprestigio que ha experimentado a lo largo de toda su historia una asignatura como la Educación Visual y Plástica no es nuevo. Este triste descubrimiento ya lo han hecho hace años todos los que se dedican a impartir la materia y a ofrecer a sus alumnos contenidos y experiencias vinculadas al área. Que no es otra que el área de la vida, de la expresión y de la comunicación de emociones vitales.
Una herramienta maravillosa, minimizada y degradada demasiadas veces, hasta el punto de convertirla en la hora de hacer manualidades. En un pasatiempo banal. O, en el peor de los casos, en una pérdida de tiempo. De este modo, a los docentes que se dedican a transmitir sus conocimientos en este ámbito, les toca hacer un esfuerzo doble, que va más allá de pensar y programar actividades ajustadas a los contenidos que quieren transmitir. También hay que trabajar en la conquista de los alumnos desmotivados, a los que no interesa el área, y hasta librar una lucha en el propio espacio docente para reivindicar para la Educación Visual y Plástica la posición que merece.
Nuestra sociedad ha cambiado mucho. Y en estos momentos es necesario prestigiar la Educación Visual y Plástica desde la primera infancia y ofrece a todos los alumnos la oportunidad de disfrutar, descubrir, explorar y crecer a través de la alfabetización visual. Hacerlo a través de una nueva mirada educativa y mediante propuestas artísticas atractivas e innovadoras.
Las emociones, vehículo para la expresión
El arte es fundamental para la expresión de las emociones. Funciona como un excelente vehículo de transmisión, que nos ofrece la oportunidad de iniciar grandes conversaciones. Aquellos que crearon obras de arte lo hicieron, en su momento, con un deseo de expresión y comunicación que perdura a lo largo del tiempo. Emular esta experiencia través de la creación propia puede ser un mecanismo excelente para la expresión de las emociones y, en el caso de los alumnos con dificultades, convertirse en un buena oportunidad, terapéutica, placentera y poderosa, en el sentido de evocar espacios de calma, meditación y creatividad.
Contra las pantallas y las urgencias actuales es necesario regresar a los orígenes. Y en esto es muy importante contar con el apoyo de las familias. Este espacio bien hallado en el aula puede servir y debería tener continuidad en casa y en familia. Y si bien hay realidades muy diversas, es interesante que desde nuestro papel como docentes, seamos capaces de ofrecerles herramientas y recursos para amplificar y acomodar el trabajo realizado en el aula.
Esto nos vendrá genial, además, para contribuir a la tarea de prestigiar el área de Educación Visual y Plástica, también entre las familias.
Detrás de una gran obra hay un gran autor
Conectar con aquello que nos conmueve y nos interesa del arte – a través de la literatura, la música, la pintura, la escultura, el cómic, el cine… – es una de las experiencias más placenteras para el ser humano. El arte puede ser, entre muchas otras cosas, una especie de refugio y hay que potenciarlo, también desde la Educación Visual y Plástica.
Todos los artistas tienen historias sobrecogedoras, oscuras, resilientes, emocionantes… Y todos tenemos sus vidas a nuestro alcance. En este sentido, el docente puede usarlas como apoyo para la introducción del autor o la autora en el aula.
Por ejemplo, tenéis a vuestro alcance el bestseller en forma de biografía ilustrada de Maria Hesse sobre Frida Kahlo. Se trata de un paseo encantador, repleto de recursos visuales para introducir la vida y la obra de la artista mexicana.
Loving Vincent es un largometraje que recorre la apasionante vida de Vincent Van Gogh en 65.000 fotogramas animados pintados a mano por artistas de todo el mundo.
Además, hoy disponemos de distintas colecciones literarias que exploran la biografía de las grandes olvidadas (en femenino), tanto en el ámbito de la literatura, como en el arte, las ciencias o la cooperación, entre otros. A partir de aquí, podemos ofrecer a los alumnos acceder a más obras a través de vídeos, presentaciones… y lógicamente, darles a ellos la posibilidad de investigar, indagando en esas anécdotas y características que les resulten más interesantes y a partir de ahí, poner en marcha las actividades que les inspire la obra del autor.
Y no solo desde la vertiente de los autores. A través de la conversación, podemos descubrir intereses inspiradores para crear a partir de estos. ¿Apasionados de los dinosaurios? ¿De los simios? ¿De los piratas? Los campos de investigación son infinitos.
Un punto de partida: espacio para crear
La hoja en blanco es una puerta abierta al miedo, tanto para adultos como para niños. La Educación Visual y Plástica debe ser un huerto abonado con inspiración, respeto y herramientas que permitan a los alumnos trabajar en confianza y no con falsas creencias autoimpuestas: “yo no lo sabré hacer” o, aún peor: “no he nacido con este don”. La expresión debería ser un derecho y un oportunidad para todas las personas.
Por todo esto, debemos ofrecer a los alumnos materiales para la observación, que funcionen como punto de partida y que, conjugados con la conversación y las emociones compartidas, sirvan para dar paso al proceso de creación. Un proceso al que todos deberíamos estar invitados.
Como docentes tendremos que poner en marcha actividades que nos inspire la obra del autor, experimentar con sus técnicas (o similares), las gamas cromáticas más utilizadas y hasta la figuración, siendo conscientes de que los alumnos trabajarán a diferentes velocidades, con objetivos y recorridos bien distintos, pero todos perfectamente válidos y preciosos al mismo tiempo.