La ciencia ha demostrado que el cerebro no distingue la realidad del pensamiento. Esto quiere decir que cuando pensamos, se activan los mismo circuitos neuronales que cuando hacemos algo o cuando recordamos. Esto es importante porque los pensamientos son capaces de fijar realidades que no siempre son como nosotros los dibujamos o imaginamos. Las técnicas de visualización, meditación e imaginación creativa trabajan en este sentido. Así pues, para aprender a gestionar nuestras emociones hay que, antes, aprender a gestionar nuestras creencias. Se trata, sin lugar a dudas, de una manera de profundizar en nosotros y ayudar a nuestros alumnos y compañeros a hacerlo.
¿Cómo conseguir creencias positivas?
Los recuerdos y las sensaciones van muy asociados a las creencias. Cualquier recuerdo o pensamiento es capaz de abrir un abanico inmenso de emociones: una reacción en cadena que, si se centra en una emoción negativa, puede sumergirte en una espiral de pensamientos poco constructivos. Dejar de alimentarlos es fundamental para trabajar nuestras propias creencias y fomentar las emociones positivas. Esto nos ayudará a mejorar nuestra vida y las relaciones con los demás.
Pero, ¿cómo se hace? ¿Cómo puedo empezar a entrenar mi cerebro para conseguir tener creencias positivas?
- Un primer paso: identifica tus emociones. Antes de empezar a trabajar con tus creencias tienes que ser consciente de aquello que sientes. Es posible que una situación negativa del pasado nos impide pensar que esta vez lo haremos bien. Haz una inmersión en tus recuerdos para identificar situaciones, vivencias y emociones. Analízalas bien, observa qué cambios has hecho en tu vida y si realmente es lógicos que pienses que no lo conseguirás.
- Para los pensamientos negativos. Ya has identificado las emociones negativas, ahora hay que parar los pensamientos negativos que se han desencadenado y que están obstaculizando tu progreso positivo. Para conseguirlo puedes hacer un breve ejercicio de meditación que te ayudará a recuperar el control de tus emociones.
- Empieza a pensar en positivo. Se trata de ver el lado bueno de las cosas, porque es precisamente eso lo que te ayudará a avanzar hacia el éxito. Concéntrate en las cosas buenas, es decir, en aquello que logres cada día y en las soluciones, en lugar de dar vueltas a los problemas. Cada vez que afrontes una nueva situación (sea negativa o positiva), intenta analizar qué ha pasado y cómo lo has resuelto. Es una gran oportunidad de aprendizaje.
Por último, intenta pasar a la acción: hacer las cosas y avanzar hacia tus objetivos. Incorpora novedades (por pequeñas que sean) en tu día a día, porque el factor sorpresa es un nuevo motivo para aprender a hacer pasos adelante, adquirir nuevas experiencias y romper esquemas negativos.
Imagínate en el futuro haciendo aquello que deseas hacer. Todos los pasos que hagas valdrán la pena porque te ayudarán a llegar a tu meta. Con todo, habrás solidificado las creencias positivas y podrás continuar adelante con toda la firmeza y convicción.