La muerte de un ser querido es una vivencia que puede producirse durante la niñez. Si bien es cierto que los adultos podemos afrontar la muerte de un abuelo, padre, hermano o amigo con un mayor grado de madurez, los niños lo tienen un poco más difícil. En este sentido, hay que tener claro que no tenemos que proteger a los niños de la muerte ni ocultarles la realidad. En cambio es necesario ayudarlos a afrontar el proceso del duelo juntos y con toda la naturalidad posible.
Como docentes podemos ofrecer nuestra ayuda a los niños y niñas y a las familias. Si la muerte ha sido traumática o especialmente cercana (una madre, un padre, un hermano…) hay que hablar con la familia y darles la mano para colaborar en el proceso del duelo.
¿Qué podemos hacer como docentes en el aula?
- Decir la verdad. Utilizad términos directos, nunca eufemismos como «ahora el abuelo está durmiendo» o «hemos perdido a tu madre».
- Dejad que exprese sus emociones. Hablar de la muerte de un ser querido con el resto de la clase puede resultar reconfortante y a la vez, despertar emociones y recuerdos en otros compañeros y compañeras. Siempre respetando el tiempo del duelo del niño/a.
- Tranquilizadlo. Ofrecedle apoyo y consuelo. A menudo los niños expresan un sentimiento de culpabilidad respecto a la muerte que se ha producido. Tenemos que tranquilizarlo y ofrecerle todo nuestro apoyo, emocional y físico, posible. Que os tenga cerca.
- Trabajad los recuerdos. Los recuerdos son aquello que nos queda del ser querido que ya no está. Podéis ofrecer al niño/a la posibilidad de expresarse como quiera, también a través de la escritura o utilizando cualquier otra forma de expresión artística que le motive.
- Observad cuál es la respuesta del niño/a. Durante el primer año de la pérdida, algunos niños pueden manifestar problemas de tipo depresivo. Observadlo y mantened un contacto regular con la familia y el resto de los docentes.
Si queréis, podéis compartir vuestras experiencias en los comentarios.